martes, 13 de septiembre de 2011

Capitulo II








Quizás solo buscaba la forma de escapar del lugar que tanto he odiado desde que tengo conciencia o simplemente me aburría de vivir rutinariamente en Sche'óhl, el caso es que decidí atarme a un alma humana sin pensar mucho en lo que eso pudiera significar. Sche'óhl o Seol según las escrituras bíblicas es también el denominado infierno, aunque yo mas bien le diría un mundo seco y sin vida donde no hay mucho por hacer, sobre todo si la mitad de ti es parte humano. En este lugar habitan demonios de toda clase e incluso puedes encontrar de vez en cuando a un ángel caído, pero son tan deprimentes que es mejor ni acercarse, aunque claro yo al estar dentro de la más baja escala de este lugar no tengo mucho por donde elegir para comunicarme. Yo nací en ese mundo, mi madre es una demonio poderosa pero cayo en la deshonra de enamorarse de un humano ¿Sarcástico no? Un demonio enamorado, eso si que no lo he visto mucho por estos lados y por lo general ellos prefieren abandonar Seol antes de someterse a la humillación de ser desterrados, mi madre por el contrario decidió quedarse y enfrentar a quien le dijera algo, así mismo me dio el nombre de Daemon como un modo irónico de hacerme destacar. Pocos de nosotros –los semidemonios- logramos sobrevivir en este mundo y por lo general mueren, pero yo he logrado lo que ningún otro de mi especie ha hecho, ser temido hasta por mis superiores, tal vez se deba al poder de mi madre o quizás a mis deseos de superarlos, pero el punto es que nadie se atreve a retarme.
El día que decidí atarme a un alma fue también el día en que comprendí que en el inframundo no tendría oportunidad de demostrarle a mi madre de lo que soy capaz y quizás en el mundo de los humanos lograría mi propósito. Como todas las tardes me aparecí en el centro de una ciudad cualquiera, solo debía encontrar un alma débil de entre todas las que caminaban de regreso a sus casas, tanto demonios como ángeles podemos notar la fuerza del alma de una persona a través de su aura, algunas tienen mas resplandor que otras y de vez en cuando se encuentran algunas que son bastante opacas, esas son las que nos sirven para atarnos, porque son tan frágiles que se adaptan a cualquier invasión que reciban sin dañar a su propietario. Las almas mas fuertes en cambio luchan contra nuestras ataduras y al final el humano acaba por morir, dejándonos nuevamente libres y por lo tanto sin el poder de quedarnos en el mundo por mucho tiempo. Me senté en una calle principal a esperar, pasaron muchas posibles victimas pero ninguno lo suficientemente débil hasta que de pronto lo sentí… sentí su presencia mas que verla, ansiosamente pasee la vista entre la multitud buscando su aura, fueron unos largos minutos hasta que logre dar con la persona correcta, era una chica de aspecto triste, un cuerpo pequeño y frágil, ojos almendrados de color pardo, cabello largo con flequillo que le cubría gran parte del rostro, no era fea pero había algo en ella que provocaba rechazo, quizás su misma aura la hacia parecer poco agraciada, en todo caso no era algo que realmente importara, mis motivos eran netamente egoístas así que su aspecto no interfería demasiado en mis objetivos, obviamente habría preferido a una chica mas bella pero por el momento me conformaba con ella, el tiempo es bastante relativo cuando eres inmortal y probablemente la siguiente persona a la que me atara podría ser mas atractiva. Me levante del lugar donde estaba y con las manos en los bolsillos la seguí por un rato, extrañamente aunque estuviera a gran distancia de ella si se me perdía un momento podía volverla a encontrar solo gracias a su presencia, decidí no pensar mucho en ello y continúe con mi cometido. Llegamos hasta un lugar bastante apartado del centro de la ciudad y elegí realizar mi plan en ese momento, tengo la habilidad de alterar las sensaciones de las personas, es decir que puedo hacerlos creer que hacen algo cuando en realidad están haciendo otra cosa, es como una ilusión que dura el tiempo que yo quiera, bastante conveniente a la hora de atrapar, huir, molestar y eso es solo una de las cosas que puedo hacer. La hice creer que estaba en un lugar desconocido, que se había perdido mientras la guiaba hacia una pequeña plaza solitaria, fue mas fácil de lo que me esperaba, se sentó en un columpio y yo sigilosamente me situé a su lado, le tendí mi mano y ella inocentemente la tomo…
Al hacer la conexión pude averiguar bastantes cosas sobre ella, su nombre, dirección, edad, lo básico y necesario para poder llevarla de vuelta a casa así que la dormí, la tome en brazos y nos fuimos al lugar donde vivía, otra de mis habilidades es volverme insustancial, o sea que puedo trasportarme en el espacio hacia donde yo desee en solo segundos y por consecuencia cualquier cosa que lleve conmigo también viaja, si, otra de mis grandes ventajas. Cuando llegamos no había nadie así que la tendí en su cama y luego de observarla unos minutos decidí volver a Seol a tomar algunas de mis cosas para poder regresar a instalarme definitivamente en el mundo humano.
Días después volví a visitarla, ella cree que todo ha sido solo un sueño y por el momento dejare que siga pensando eso. La única gran desventaja que tiene todo esto de atarse a un alma humana es que el semidemonio no puede apartarse mucho de su enlace, así que tendré que mantenerme cerca de ella, al menos de día y de noche podre salir libremente a divertirme. Volví al inframundo esa noche ya que no tenia nada mas que hacer, me senté en el balcón del palacio de Abadía, que es donde reside mi madre y por ende yo, es uno de los lugares mas importantes del inframundo ya que representa el reinado de un demonio sobre otros, claro que hay lugares mas impresionantes y de mayor jerarquía que son dirigidos por los altos cargos demoniacos aunque hasta el momento no son relevantes en mi vida y por lo tanto no describiré.
- Así que te ataste a una persona – oí de pronto a mis espaldas una voz burlona, me gire lentamente y vi en el umbral de la puerta una figura alta y delgada, unas alas casi transparentes nacían desde su espalda y se notaban por la sombra ya que estaba a contraluz.
- Al menos puedo huir de este mundo – comente tranquilamente volviendo a mi posición inicial y observando el monótono horizonte de Seol – en cambio tú estas destinado a permanecer aquí por la eternidad – agregue sardónicamente con una sonrisa maligna.
- Bueno, de donde vengo tampoco podía ir a muchos lugares, al menos a ustedes se les permite visitar el mundo humano de vez en cuando, en Caelum no nos permitían bajar a la tierra, era demasiado impura para nosotros…
- Debe ser realmente duro ser un ángel caído – dije divertido sin sentir lastima por el.
- A veces si otras no, al menos estoy casi al mismo nivel de los semidemonios – agrego maliciosamente – debe ser mas duro ser mitad humano, me imagino como te han discriminado a lo largo de tu vida – se sentó a mi lado dando la espalda al paisaje sobrecogedor que yo miraba, sin dejar de observar mi rostro, yo no cambie mi expresión pero de reojo pude observar sus alas, imagine que en otro tiempo debieron ser esplendorosas, los que tenemos sangre de demonio no sentimos verdadero amor, pero si sabemos apreciar la belleza y las alas de los ángeles son algo que vale la pena observar al menos un segundo antes de intentar destruirlas. En cambio ahora, esa casi transparencia se debía a que ya no podía volar con ellas, se le había prohibido la entrada Caelum, la tierra de los ángeles ya que había transgredido las leyes celestiales, no era algo que me importara así que nunca indague en su vida, los ángeles caídos son mucho mas susceptibles a las emociones que los demonios así que siempre buscan la compañía a pesar de que la mayoría son rechazados. Incline la cabeza para ver su rostro, su piel casi blanca parecía brillar en la oscuridad del atardecer al igual que sus cabellos plateados, sus ojos de un azul zafiro eran bastante fríos, Asbeel realmente era un desertor, parecía no extrañar Caelum como el resto de los ángeles caídos, se supone que Seol para ellos es el peor castigo que pueden recibir pero Asbeel parecía disfrutar de este lugar.
- Mi otra mitad es un demonio y me crie como tal, no me afecta el odio, porque yo también odio así que no ha sido duro realmente – respondí fríamente poniéndome de pie y avanzando hasta la salida – nos vemos… o tal vez no – despedí entrando al palacio.
Camine a través de los oscuros y fríos pasillos de Abadía, por lo general los demonios son bastante presuntuosos y llenan de lujo todo lo que pueden, pero Abadía en particular estaba lleno de objetos ostentosos aunque claramente eso no alegraba mucho el ambiente. De pronto me detuve, alguien se acercaba por el otro extremo del pasillo, una mujer alta de cabello extremadamente liso, negro y que le llegaba hasta las rodillas, la tenue luz que iluminaba el lugar destaco su piel grisácea y brillante, sus ojos negros delineados parecían hacer resaltar aun mas las finas facciones de su rostro, era mucho mas alta que una mujer humana y mucho mas bella. Vestía un traje ceñido, plateado con detalles rojos y en sus manos y cuello brillaban joyas plateadas a conjunto.
- Madre… - susurre un poco impresionado, no era común verla por el palacio y menos que se acercara a mi.
- Me han llegado algunos rumores Daemon… - comento con un tono sutil y peligroso.
- Los rumores siempre son por algún motivo y creo que están en lo correcto esta vez – dije firmemente manteniendo una expresión fría, mi madre nunca ha sido muy maternal que digamos y menos cariñosa, nuestros tratos siempre fueron directos y fríos, pero con todos los demonios es así.
- Así que realmente te ataste a un alma humana… Asbeel no se equivoco entonces -´dijo avanzando y llegando a mi altura, sin mirarme a los ojos como era su costumbre.
- No entiendo porque permites que ese ángel viva en este lugar – susurre sin emoción alguna.
- Por la misma razón que permito que tu lo hagas – respondió simplemente pasando a mi lado y dándome la espalda, no me gire para verla marcharse, eso había sido bastante humillante pero no podía culparla, su naturaleza es ser así y ya me he acostumbrado a lo largo de los años a ser casi insensible a sus palabras, Asbeel y yo solo somos sus experimentos y he aprendido a sentirme como tal, hasta cierto punto…
Como necesitaba llegar hasta uno de los portales para trasladarme al mundo humano tuve que pasearme por casi todo el castillo, por principio, educación y sobre todo protección estaba prohibido aparecer o desaparecer en los terrenos, los demonios son bastante competitivos por lo que cada lugar tiene sus propios medios de seguridad para evitar ataques sorpresa, este paseo por mi “querido hogar” lo único que logro fue empeorar el mal humor que logro provocar Asbeel, así que lo único que quedaba por hacer era ir a visitar a mi querida humana personal.


Ya hacia una semana que había tenido ese extraño sueño donde un supuesto semidemonio se ataba a mi alma, creo que tanta soledad estaba terminando por volverme un poco loca, era bastante tarde pero al día siguiente tenia un examen complicado por lo que había decido repasar la materia, de pronto oí un extraño ruido proveniente de la cocina, mis padres estaban en una fiesta así que supuse que ellos habían llegado, observe por la ventana pero no había ni rastros del auto, extrañada baje el volumen de la música y me quede inmóvil, esperando hasta que oí otro ruido, alguien abriendo una puerta, pero no se oían pasos que era lo mas extraño, pensé que podía ser el viento o el gato de mi mamá que había decido entrar en la casa, pero de todos modos me levante y fui a revisar. Baje sigilosamente las escaleras, todo esta tranquilo, al menos a primera vista, camine por el salón y me dirigí a la cocina, una silueta oscura se apreciaba sentada sobre la mesa, asustada di un salto hacia atrás, tenia tanto miedo que ni siquiera pude gritar, se oyó una suave risita masculina y de pronto las luces se encendieron.
- Hola pequeña, ha pasado tiempo desde la ultima vez que nos vimos… - comento el chico que solía aparecerse en mis sueños, un escalofrió me recorrió la espalda, sentía el impulso de salir corriendo pero extrañamente mis músculos no reaccionaban a mi petición y esta vez no tenia nada que ver con que realmente no pudiera moverme, lo observe detenidamente, su rostro era tan perfecto, mi imaginación si que se había esforzado en crear a un hombre tan idealizado, era el típico chico malo por el que cualquier chica moriría, pero con un aire mas elegante e inteligente, sin embargo el verlo me provocaba cierta ambivalencia, rechazo, como que no deseaba quedarme por mucho tiempo en su presencia y a la vez atracción, quería saber de el, tocar su piel nívea, observar sus ojos.


- ¿Quién eres? – pude preguntar por fin con una débil voz, sorprendiéndome de que esta vez pudiera hablar, parecía que mi subconsciente estaba de mi lado esta noche.
- Que descortés de tu parte olvidar mi nombre – dijo el chico dolido, note que solo fingía por la exageración de sus gestos.
- Daemon… - susurre casi como en un suspiro, ese nombre me confundía de un modo bastante extraño.
- Bingo! – sonrió saltando de la mesa y acercándose hacia mi mientras abría una lata de bebida – tu demonio personal ¿lo olvidas? – bromeo bebiendo un poco del contenido, yo trague saliva, estaba bastante nerviosa. – De acuerdo, semidemonio pero eso no me quita el rengo de maldad – bromeo nuevamente.
- Oh bueno… si lo dices así suena como su fueras mi mascota – conteste intentando dominar mi nerviosismo, después de todo solo era un sueño, ¿qué podía temer? el me lanzo una mirada peligrosa.
- Veo que ya te estas acostumbrando a mis apariciones querida Lys – dijo entrecerrando los ojos y tomando mi mentón, yo no me moví y no porque no quisiera sino porque de pronto no pude hacerlo. – Tanto que tienes la seguridad de poder contestarme de ese modo…
- Es solo un sueño… - pude decir.
- Solo un sueño ¿eh? Ojala pudiera ser solo un sueño, pero lamentablemente es la realidad o si no… no podrías sentir dolor ¿no crees? – y sentí algo filoso deslizándose por mi cuello hasta mi clavícula, sentí una punzada de dolor cuando lo que sea que tenia en la mano penetro en mi piel – lo sientes ¿verdad? – pregunto con una sonrisa cruel.
- De…tente – gemí – esto no puede ser real… tu no… - soltó una carcajada dejándome libre, pude volver a respirar con regularidad, me palpe el lugar donde me había cortado, había sangre pero no demasiada, lo mire horrorizada, sentí el dolor, tome consciencia de todo lo que había a mi alrededor, el suelo bajo mis pies, los latidos acelerados de mi corazón, mi respiración agitada, el cabello cayéndome sobre el rostro, podía sentirlo todo como si… como si estuviera despierta, observe la mano con la que me había tomado pero ahí no había ni cuchillo ni ningún arma cortante, sonrió mas ampliamente y me mostro una garra afilada que volvió a ocultar rápidamente, el horror no me dejo gritar nuevamente, sudaba frio mientras intentaba pensar con claridad, mis padres llegarían pronto y podrían verlo…
- ¿Por qué no puede ser real? ¿Acaso pensabas que los demonios éramos solo un mito? Bueno la idea es que los humanos crean eso… así se mantiene el equilibrio y nos conviene tanto a nosotros como a esos cursis homosexuales alados… Ahh pequeña no tienes idea en lo que te has metido, y ni siquiera porque tu quisieras.
- Qué…?
- Creo que ya te lo explique – dijo en tono aburrido – Humanos… todo el tiempo hay que repetirles las cosas, nunca entienden a la primera.
- Pero… - susurre temblando, me intimidaba su forma de hablar pero como a poco mi paciencia se estaba agotando, no podía esperar que de pronto asumiera que mis sueños eran reales así como si nada y que recordara todo lo que me había dicho en sus visitas anteriores, por no mencionar que la sola palabra “demonio” me causaba escalofríos, ¿porqué no fue un ángel el que se ato a mi? ¿porqué precisamente un semidemonio? Y en realidad ¿porqué a mi? Ni siquiera es como si yo pudiera ser la “elegida” de alguna cosa, lo mire con expresión perdida y turbada supongo, porque volvió a reír, como si le hiciera mucha gracias mi situación, estaba en pánico y mas encima con un demonio que se burlaba de mi, que estado tan patético y lamentable, angustiada levante la vista y lo mire, no estaba acostumbrada a ser tratada de ese modo y menos a que alguien me humille, siempre me ignoran que es mejor.
- Oh por satanás! Y si, solo lo dije porque quería hacer una ironía con respecto a tu Dios y al mío… o algo así – se burlo – aclaro por si no lo entiendes ya que tu mente parece funcionar incluso mas lento que la de los humanos normales – sonrió con superioridad.
- Hey! – proteste – entiéndeme un poco – este tipo estaba logrando hacerme enojar, primero llegar y se aparece en mis sueños, luego dice que es un semidemonio o lo que sea y ahora que todo es real, mas encima me trata de tonta. – Acabas de despertarme de mi lindo y tranquilo mundo de fantasías donde no creía que existían los demonios – gruñí mirándolo con el ceño fruncido y sorprendiéndome del tono de mi voz que no se parecía en nada al que usaba cotidianamente, incluso cuando se trataba de enfrentarme a alguien. El parecía bastante divertido y eso aumento mi enojo – no puedes venir aquí a herirme de la nada y pedirme que recuerde todo lo que me has dicho mientras estoy en estado de shock…
- Vale, lo siento – sonrió – pero entiende que soy un demonio, no es que sea demasiado consciente de los demás.
- Bueno tendrías que aprender a serlo – bufe molesta.
- Lo tendré en cuenta cuando me den ganas de ser amable – se burlo.
- ¿Y qué haces aquí?
- Me la quieres hacer difícil ¿cierto? – sonrió de medio lado – te dije que mientras este unido a ti no podía alejarme mucho…
- ¿Y hasta cuando estarás atado a mí? – pregunte esperanzada.
- A ver… déjame calcular – se quedo unos momentos pensando mientras yo ansiosa esperaba – uhmh… por… siempre - concluyo ampliando la sonrisa, yo quede nuevamente paralizada.
- ¿Y no hay modo de que pueda liberarme de ti? ¿Un exorcista o algo?
- ¿Tú crees que si hubiera forma te la diría? – rio nuevamente, este chico si que parecía feliz, aunque mirándolo fijamente había cierto vacío en su mirada – en todo caso no, no hay forma y ni se te ocurra decirle a alguien porque obviamente no te creerán y en serio, no quiero pasar el resto de tu vida en un manicomio.
- Bastardo…
- Algo así…
- ¡Demonios!
- No, solo yo y soy mitad…
- ¿Es que no puedes mantenerte en silencio mientras maldigo?
- Me encanta fastidiar así que… no.
- Imbécil…
- Eso si que no – hizo un mohín divertido lo que me saco una risita que luego lamente, no podía reírme en esos momentos, mi vida acababa de dar un giro enorme y si lo único que quería era pasar desapercibida y con un demonio siguiéndome claramente no lo lograría…
- Espera… cuando dices que tienes que mantenerte cerca de mi…
- Digo exactamente eso, me he venido a vivir contigo ¿Dónde pongo mi equipaje? – pregunto seriamente.
- ¿Vivir aquí… conmigo… casa…?
- Si, aquí, contigo, casa… cama – me observo lascivamente y yo retrocedí asustada, de pronto se escucho el sonido de un automóvil entrando en el estacionamiento de la casa, mire temerosa a Daemon pero aliviada de notar que eran mis padres los que llegaban, el soltó una carcajada, dejo la lata de bebida sobre la mesa y desapareció.

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