La primera vez que note el matiz entre la luz y la oscuridad fue una tarde de otoño, podía apreciar todo a mi alrededor en colores azulados y dorado, eso era precisamente a lo que los de mi especie denominaban “Gris”. Había frio y calor en el ambiente, amor y odio, todo en una mezcla perfecta que daban armonía y paz, por fin comprendía con mis propios sentidos lo que era posarse en el mundo humano y agradecí como nunca la oportunidad que me habían otorgado los grandes. No recuerdo cuánto tiempo me quede en el mismo lugar observando el cielo, sintiendo el viento sobre mi rostro, escuchando los sonidos, olfateando olores de flores, perfumes, humo… todo en un maravilloso instante, pero yo no estaba ahí precisamente para observar, investigar o quedarme quieto, yo había llegado a ese mundo por una misión que debía cumplir sin demora, lo que no sabia en ese entonces era que aquella misión, aquel instante de reconocimiento del nuevo mundo, me iba a llevar a la peor decisión que hubiera tomado en lo que la vida de un ángel significa.
Desperté inquieto, hacia tiempo que no soñaba con cosas como esa por lo general mis sueños estaban llenos de pesadillas, de rostros familiares persiguiéndome y torturándome, pero hasta el momento había podido llevarlo bien, al menos me mantenía estable, sin embargo aquel sueño era diferente, evocaba una época que preferiría olvidar cobardemente. Desde que llegue a este lugar decidí no apartarme de mi camino por muy limitado que este pueda llegar a ser aunque últimamente las cosas se están poniendo un poco complicadas para mí. Intente contener el increíble malestar que mis propios pensamientos me estaban brindando y reprimir el sentimiento de arrepentimiento por las cosas que hacia tan solo unas horas había revelado al que se supone debería ser mi enemigo pero cuento como único aliado en esta dimensión.
Soy un ángel caído, pero eso no quiere decir que haya olvidado como era vivir en Caelum, aun mantengo algo de la esencia de ángel pero desde que invalidaron mis alas siento rencor hacia ellos, jamás hice realmente la cosa por la que ellos me culparon, cometí un error, es verdad pero mis razones eran mayores, no buscaba traicionarlos y tampoco busque otorgarle poder a nuestros enemigos, solo vi lo que ese ser quiso que viera, bien, un demonio me engaño vilmente, pero yo… me enamore de uno así que lo único que pude hacer fue ayudarlos o mas bien, entregarme a ellos.
La vez primera que llegue al mundo humano también conocí a Daemon, o mas bien lo vi, era la hora del crepúsculo y note su presencia, yo era un ángel novato pero de quien se esperaban grandes cosas, me advirtieron que habría demonios al lugar donde iba, pero que tenia que evitarlos a toda costa porque así como estaba era presa fácil, Daemon era solo un niño en ese tiempo, aun en el mundo de los demonios era demasiado joven y débil, la desesperación que manaba de el era tanta que se calo profundamente en mi sensible ser de Ángel, sentí deseos de acercarme, rodearlo en un abrazo y protegerlo, pero había algo que también me provocaba rechazo, ya que en esa esencia de debilidad había un odio profundo y despiadado, decidí alejarme sin notar que cerca del semidemonio había alguien mas… mas poderoso que sí había notado mi presencia.
El humano que se me había encomendado era un hombre mayor, eran sus últimos años de vida y yo debía dirigirlo había la muerte de un modo amable, cumplí mi propósito tan bien como se esperaba de mi y el hombre murió feliz, pero cuando me disponía a regresar a Caelum se apareció ante mi el ser mas bello que había visto en mi vida, una mujer alta y de miraba cruel, se presento como Iset, un demonio y madre de Daemon, el semidemonio que había visto aquella vez, ya no recuerdo muy bien que fue lo que ella me dijo, solo se que esas palabras lograron cambiar todo lo que era mi mundo antes de conocerla, utilizo mi fuerza y la convirtió en debilidad, logro cambiar mi pensamiento, todo lo que había aprendido en Caelum perdió significado para mi y cuando regrese a ese lugar, todo mi yo era diferente. En ese momento solo quería centrarme en lo que Iset me había dicho, creía profundamente en sus palabras a pesar de saber claramente que ella era un demonio, estaba cegado por su belleza y por los motivos que me dio para creer en ella. Me dijo que no comprendía porque los ángeles solo debíamos preocuparnos en los humanos, que había otros seres, como Daemon que sufrían de igual modo y aun así no tenían un ángel guardián para ayudarlos y un día lo llevo hasta mi, nuevamente tuve la necesidad de protegerlo y encontré realmente validos sus argumentos, quizás seria bueno formar una alianza, habitar todos en el mundo humano y ayudarnos mutuamente, era una verdadera utopía que me atrapo.
- Y yo misma podría llegar a Caelum y hablarlo con tus superiores – me dijo seriamente un día, en esos momentos tenia otra misión en la tierra, aunque he de admitir que la estaba descuidado por soñar despierto junto a un demonio.
- ¿Y cómo podrías hablar con ellos? – pregunte entonces.
- Tu puedes llevarme ahí – comento titubeando, la mire dudoso.
- No estoy seguro de poder hacer eso, quizás debería consultarle a alguien mas…
- No te dejaran – dijo un poco alterada lo que me sorprendió – Asbeel, no creerán en un demonio, es obvio que no lo aceptaran y no te dejaran volver a la tierra, quizás hasta te castiguen por tener tratos conmigo, es por eso que lo mejor será entrar de sorpresa en Caelum, así no podrán hacer nada para evitarlo – y le encontré la razón. Sabía que me engañaba pero estaba cegado, había algo más, un lazo más fuerte que cualquiera que hubiera tenido antes que me impulsaba a creerle.
Cuando entramos en Caelum nos esperaban, Iset retrocedió a tiempo y huyo dejándome a merced de los guardias celestiales, quienes despiadadamente a pesar del dolor que se reflejaba en sus rostros cortaron las plumas que les daban vida a mis alas y me lanzaron al vacío sin pedir una explicación, ellos lo sabían todo claro y yo estaba seguro que lamentaban mas que nadie en el mundo mi caída.
Iset me acogió de inmediato en Abadía, no porque se sintiera culpable por lo que me paso sino mas bien por cumplir un trato de “lealtad” hasta cierto punto, además que le convenía tenerme cerca por información que yo pudiera proporcionarle llegado el momento. Por otro lado ella sabia perfectamente que no tampoco podría alejarme mucho del lugar por mis aun activados sentidos de ángel.
Los primeros meses fueron terribles, sufrí como jamás pensé que lo haría y entendí porque los ángeles temían tanto caer, porqué le temían tanto al mundo humano y porqué les horrorizaba la idea de entrar en Seol, sin embargo aunque llegue a querer desaparecer de la existencia en general, logre adaptarme y logre por sobre todo apreciar lo que me rodeaba, no por mi, sino por lo que buscaba proteger. Me acostumbre tanto a Seol y lo sentí como mi lugar así como antes había sentido que mi lugar era Caelum, en cierto modo creo que me “humanice” porque ya no era un ángel y tampoco podía llegar a ser un demonio, aun sentía el bien pero en el inframundo los demonios no sufren así que no me torturaba por nada, excepto por Daemon… Por eso cuando se acerco a preguntarme cosas hace tan solo unas horas no pude evitar revelarle algunos secretos.
- En primer lugar… ¿por qué caen los ángeles? – me pregunto Daemon sonriendo, a veces no lograba entender la mente retorcida de este semidemonio pero a la vez es lo que lo hace fascinante, alguien a quien no puedo descifrar y quien me sorprende todo el tiempo, además es quien menos hostil me trata en este mundo… o infierno que es Seol, quizás porque de algún modo nos parecemos – vamos que cuando te vi me lo pregunte, porque los de arriba arrojan su basura hacia acá…
- Que encantador – comente cerrando los ojos y respirando profundamente.
- Gracias, las chicas siempre me lo dicen – y no lo dudo, realmente es encantador cuando se lo propone, conmigo nunca lo ha sido…
- Es un castigo, creí que eso estaba claro – respondo amargamente.
- Si, se que es un castigo, pero pensaba que los tuyos, por ser tan buenos con todo lo que componga una mínima parte de la existencia perdonarían a los de tu propia especie.
- Por lo general son perdonados cuando se arrepienten realmente, yo no me arrepentí – nuevamente no puedo reprimir el tono amargo de mi voz y al abrir los ojos veo que Daemon había levantado las cejas en un gesto de incredulidad.
- Vamos… Iset te engaño para entrar en Caelum ¿y tú no te arrepientes de eso?
- Lo que oíste, yo estaba atado a algo mas fuerte que mi orgullo de ángel, es por eso que caí y por el mismo motivo que no me arrepiento – esta vez si logro contener la tristeza en mi voz –. Pero volviendo al tema, los ángeles que caen es porque así lo deciden ellos, quizás como autocastigo por lo que hicieron, la mayoría se arrepiente tanto de hasta un mínimo error que por lo general no caen, tampoco es que los mismos ángeles no envíen hacia aquí, hay… un algo en la entrada de Caelum, en el portal que decide si podemos volver a entrar o no, para que así la carga emocional que lleva el córtales las plumas a un hermano no sea tan violenta, así ellos creen que lo hicieron porque ese algo les dijo y no porque ellos lo hayan decidido, por lo tanto no pueden sentirse culpables de la caída de alguien.
- Vaya… eso es bastante egoísta viniendo de ángeles.
- Bien, eso era todo o necesitas algo más…
- Uhmh, esa era solo una pregunta curiosa – comento con una sonrisa – lo que realmente me interesa viene ahora…
Lo observe mientras se volteaba para mirar el paisaje de Seol, aun faltaban un par de horas para que amanezca pero habría una suave y fresca brisa en el aire, como anticipando la salida del sol.
- ¿Cómo funcionan los ángeles? – dijo de pronto serio – quiero decir, ¿solo si les asigna una misión puede llegar a la tierra?
- Así es… no podemos salir de Caelum por voluntad propia, los arcángeles deben enviarnos a una misión para que las puertas se abran.
- ¿Y como funcionan las misiones?
- Espera… ¿han enviado a un ángel por tu enlace con ese humano? – pregunte horrorizado, eso lo único que desencadenara será un enfrentamiento con la posible muerte de uno de los tres participantes, Daemon se remueve incomodo al ser descubierto.
- Si, enviaron a un ángel…
- Bueno tienes que saber que hay diferentes niveles en los ángeles – comencé a contarle muy a pesar mío – están los mas antiguos que han llevado a cabo muchas misiones, pero también hay ángeles nuevos que envían como primera misión a la tierra, ellos son los menos adaptados y los mas fáciles de confundir… ¿Sabes el nombre del ángel que encargado de tu humano?
- Azael… - y sentí como si el mundo se desmoronara bajo mis pies, no podía ser, no podía ser el mismo Azael pero no había dudas, los ángeles no repetimos los nombres por lo tanto solo hay un Azael en Caelum. - ¿Qué pasa? ¿lo conoces?
- Conocerlo… Azael es… mi hermano gemelo – Daemon pareció sorprendido mientras yo sufría un terrible dilema interno.
- Uhmh… eso complica un poco las cosas – comento secamente – ya no me darás la información ¿o si?
- Con dos condiciones – dije de pronto – no lo dañes físicamente, te daré la información para que puedas hacerlo volver a Caelum pero no lo mates – me miro frunciendo el ceño pero parecía meditar lo que le dije.
- ¿Y lo otro?
- Lo otro te conviene a ti… consígueme una pluma de las alas de Azael, de ese modo yo podría volver a pisar la tierra y seria un útil espía.
- ¿Por qué querrías ser un espía mío?
- Solo quiero salir de este lugar y como me harías un favor al conseguirme la pluma, yo te seguiría – dije simplemente ocultando mis verdadera intensiones, no mentía, era verdad que le debería una grande por la pluma pero lo que realmente quería era proteger a Azael, después de todo aun sigue siendo mi hermano.
- De acuerdo, no dañare a tu hermanito y te traeré una pluma, de todos modos me conviene – dijo y parecía sincero – ahora cuéntame sobre los ángeles, o mas bien sobre Azael…
- Bien… Azael es un ángel relativamente nuevo, jamás había bajado a tierra antes, mientras yo hacia misiones en el mundo humano el era el encargado de asistir al consejo de los arcángeles, ambos teníamos puestos importantes en ese lugar, así que asumo que esta es su primera vez – Daemon soltó una risita y yo lo mire con reproche -, La primera vez que un ángel llega a la tierra se siente atado a la vida de la persona a la que fue asignado o incluso a la primera persona que el ángel quiera proteger – me detuve y lo mire significativamente, sin embargo Daemon no lo noto -. Los ángeles aman todo lo que constituye el mundo, pero aman por sobre todo eso a esa persona, no es que la amen mas, la aman primero, es una gran diferencia que casi nadie sabe diferenciar e incluso a nosotros a veces nos confunde y esa es a la vez la debilidad de un ángel…
- Claro – dijo pensativamente – ahora todo tiene sentido… - sonrió de esa extraña manera suya que me dejaba helado y luego avanzo, dándome la espalda – gracias Asbeel, me has sido de mucha utilidad, traeré tu pluma en cuando el plan que acabo de crear se cumpla, nos vemos – y se fue sin mas.
Debo decir que Daemon fue la primera persona que yo sentí débil y por lo tanto estoy atado a el por sobre todas las cosas, yo amo a Daemon primero que a todo y es eso precisamente lo que utilizo Iset en mi contra, mis ganas de cuidar de el, de acompañarlo, de protegerlo… es por eso y otras cosas que preferí caer, para poder acompañarlo en este frio lugar y es eso mismo lo que me ha sacado adelante, pero si puedo obtener el beneficio de volver al mundo humano y acompañarlo o ayudarle, entonces no lo dejare pasar, aunque signifique traicionar a los míos nuevamente.
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